Hay gente buscando formas en los Cheetos. Hasta ahí, bien. Todos hemos tenido un mal día, una resaca tonta, un momento fugaz de locura. Pero luego algunas de esas personas cogen el ganchito en cuestión, lo fotografían y lo subastan. Que sí, que os lo juro. Las cheetoesculturas existen (como los vampiros) y, vistos los precios a los que las ponen sus dueños, deben tener compradores que están como seiscientos pares de maracas.
Hay otros mundos, pero están en este. Y una parte de mí se alegra, porque así nunca dejo de asombrarme. Existe ahí afuera, aunque no lo creáis, un mercado de cheetoesculturas. Que tú dices: «Mira, hay alguien siendo creativo con los ganchitos sabor queso» y hombre, no es que te vanaglories de compartir especie animal con ellos, pero oye, hay algo ahí de creatividad, aunque sea una creatividad asínquecuala. Pero no, no. Hay gente en su casa a lo Homer Simpson, degustando unos snacks (o, como diría mi querida Madam Curri, tentempiés, que para eso tenemos esta preciosa palabra), saca uno, se le parece al pensador de Rodin (como un huevo a una castaña) y con sus p*****s morenas piensa: «Hum, lo voy a poner a diez mil dólares en eBay».
Os lo juro.
Ya, si yo tampoco doy crédito. Pero como hay pruebas, os las traigo. Y os las dejo para que, después de verlas, os sentéis, como yo, a pensar si de verdad merecemos dominar la Tierra.
Estatua de la Libertad, la más icónica de las cheetoesculturas
Racerislands444 estaba ahí tan pichi viendo su partido de béisbol cuando, después de un mal saque de su equipo, se fue a merendar. Al ir a engullir el quinto ganchito de su sexagésima primera bolsa de la tarde, miró fijamente la pieza. «Clavada a la estatua de la Libertad», se dijo. No lo pensó con mucha convicción, porque 200 dólares por una de las cheetoesculturas más alucinantes es poca cosa. Y cogió su móvil y la subió.

¿Que ese cheeto habría pasado por un cactus, un sifón o un dildo para estimular el punto G? Eso es porque no tienes visión artística. Claro que no todos la tienen. Por eso tú no ganas dinerales en eBay y racerislands444… tampoco.
La cheetojirafa, un chollo
Si por lo que sea no eres tú muy de arte contemporáneo siempre puedes pujar por la cheetojirafa. ¡Mírala, pero si es que dan ganas de meterla en un zoológico y darle un cuenco con hierbecita! 485 dólares con 99 céntimos tienen la culpa de que no esté presidiendo el salón junto a tus piezas de arte favoritas, un kiko caducao clavado a Malena Gracia y un Dorito idéntico a Patricio Estrella.

El cheetopene: un clásico entre los buscadores de cheetoesculturas
«Je, je, je, un pito», pensó, seguramente, el vendedor de una de las cheetoesculturas más simpáticas de todo eBay. Y es que ¿a quién no le gusta ver un cheeto en forma de falo? ¡Si es que es verlo y no poder parar de reír! Lo de apoyarlo en un vaso de chupito con Stewie, de Padre de familia, lo dota de una segunda capa de humor que se me escapa, pero que seguro que tiene tanta gracia como comprar un cheetopene por 500 dólares: ninguna.

El cheeto Venus de Milo, solo para solteros exigentes
Imagino que pan-ojo-y6mkw6 (lo llamaré Panojo, para abreviar) vio esta genialidad y pensó, de entrada, en agregarlo a su ya amplia colección de cheetoesculturas con las que alegrar su solitaria existencia. Pero luego le dio una vuelta y convino que semejante maravilla tenía que salir al mundo. Si tú en vez de las delicadas formas de la Venus de Milo ves una cagarruta naranja más parecida a lo que recoges del suelo cuando paseas a tu perro el problema es tuyo. Por cierto: la cosa va por 2.500 dólares. Sin intereses si lo pagas en seis meses. Yo no me lo pensaba.

El Schwarzecheeto, ese objeto de deseo
Dejo para el final esta obra maestra cheetil, este summum de las cheetoesculturas que merecen un lugar en el Louvre, ¡qué digo Louvre, merece comprarla Donald Trump! Y lo merece porque es tan naranja como él. ¿No es maravilloso este cheeto claramente idéntico al ex gobernador de California? ¡Si es que solo le falta hablar y levantar pesas! Por 10.000 dólares de nada adornará tu vitrina, junto al gato que mueve la mano y a la flamenca coja, herencia de tu tía abuela Gaspara.
