Ha costado, pero lo he conseguido. Por el Día Mundial de la Pizza os quería traer una buena exclusiva y aquí la tenéis: entrevista al Dr. Oetker, recién regresado a sus labores como médico. «Ya estaba harto de tirar una bola de masa al aire y convertirla en una cosa plana. Me apetecía operar narices». Esta y otras declaraciones impactantes, a continuación.
Nos reunimos con el doctor Oetker en la puerta del hospital al que se ha incorporado recientemente después de un exitoso paso por el mundo de la hostelería. «Fue bonito, pero muy lejano a mi verdadera pasión, la cirugía plástica», nos confiesa. Nos dirigimos a un restaurante italiano que hay junto a su lugar de trabajo y el maitre lo recibe con alborozo. «Nada de pizza, por favor, Antonino», le susurra. «Imagino que lo comprenderá», me dice.
—Se comprende, claro que sí, doctor.
—Pero tutéeme, por favor. Mi nombre es Gustavo Adolfo.
—Gustavo Adolfo Oekter. Me quiere sonar.
—Mis padres, que eran unos cachondos.
—Bueno, vayamos al lío, Gustavo Adolfo. ¿Puedo acortarlo en Gus?
—Acorte, acorte.
—Queríamos que nos contara, precisamente porque es el Día Mundial de la Pizza, cómo llegó usted a meterse en este negocio.
—Pues verá… No se lo he contado a nadie hasta hoy, pero me ha caído usted bien, se la ve simpática. Fue todo producto de un error. Resulta que había doblado turno aquel día. Era invierno y estaba todo cerrado, y yo me moría de hambre. Como buen soltero, en mi nevera me aguardaban medio limón, una cerveza y una loncha de mortadela que yo creo que venía ya con el electrodoméstico. No la tiré nunca porque me daba pena. Era como el pececito de Amaia Romero, ya sabe.
—Entiendo. ¿Qué tiene que ver eso con la pizza?
—Me voy por las ramas. Resumiendo: me metí en un restaurante que estaba cerrando. Me dijeron que si quería me podía calentar los restos y así les ahorraba tirarlos a la basura. Había una pizza reseca, unas croquetas y un salchichón. Lo eché todo sobre la masa y el olor atrajo a los viandantes. Una cosa llevó a la otra… y hasta hoy.
—Lo veo joven y lozano para ser el dueño de un negocio que arrancó en 1981.
—Gracias. Me opero a mí mismo, ahí está el truqui.
—Es el Día Mundial de la Pizza. ¿Qué pizza recomendaría a nuestros lectores?
—Buf, es que yo la pizza no la puedo ni ver ya. Pero la que quieran. Eso sí, que no prueben nadita del coronel. Qué manía le tengo, de verdad.
—Supongo que se refiere al de KFC. ¿Y eso?
—¿Tiene que mirarnos con esa cara de superioridad siempre ahí, desde su logo?
—Envidia, sospecho.
—Un poco, sí. ¿Por qué usaron una silueta de mi perfil en lugar de mi foto? ¿O no soy yo bien parecido?
—Hm… Tiene usted un meneíllo, sí. Bueno, dígame, ¿cortapizzas o tijeras? Este es un dilema que tiene en vilo a las redes sociales.
—Por favor, me ofende. ¡Bisturí! ¡Soy un doctor!
—Claro, qué cabeza la mía. Por último, ¿algún consejo para quienes quieran degustar una pizza en este Día Mundial de la Pizza?
—Si vais a tener el descaro de ponerle piña, que sea natural y no de lata, por favor.