Anteriormente conocida como hombre y por su apodo de ‘El Ken humano’, a comienzos de este año anunciaba que había hecho la transición a mujer. Así se cierra un largo capítulo de operaciones, trastornos y episodios de acoso: conoce el duro pasado de Jessica Alves.
Siempre que la hemos visto, tanto ahora como en el pasado, cuando se hacía llamar Roddy, Jessica se muestra sonriente y expansiva ante los medios. Poco sabíamos, a finales de 2014, del tremendo pasado de Jessica Alves. Entonces, Rodrigo, un chico de 31 años, aparecía ante los medios de esta guisa:

Por entonces, sabíamos que un azafato mitad brasileño mitad británico llevaba ya en su cuerpo casi 140.000 euros en intervenciones plásticas y que acababa de gastar más de 5.000 en un implante de cabello con células madre. Las anteriores intervenciones (más de 20 por entonces) incluían rinoplastia, liposucción, implante de pectorales y de abdominales (como los que se hizo Leticia Sabater), modelado de pantorrillas y rellenos de bótox.

Hoy, son más de 150 los retoques a los que se ha sometido en pocos años. Pero ¿cómo logra un azafato de vuelo reunir esas cantidades de dinero para operarse compulsivamente y por qué lo hace? ¿Quién es Jessica Alves y a qué se debe esta obsesión por transformarse continuamente?
El pasado de Jessica Alves incluye acoso en el colegio…
Jessica Alves nació como Rodrigo Alves hace 37 años. Su padre, de origen británico, provenía de una familia que había emigrado a Brasil allá por los años 40. Los negocios familiares, inicialmente enfocados al mundo agrario, terminaron expandiéndose hasta llegar a poseer inmobiliarias, supermercados y centros comerciales. Dicho de otra manera: los Alves estaban más forrados que los libros de texto en septiembre.
Pronto supo que se sentía mujer, a pesar de que durante años intentó emular a Ken, el sempiterno novio de Barbie. Sin embargo, de bien pequeño, su abuelo le regaló varias muñecas Barbie y su obsesión era vestirlas con todo tipo de modelos.
Por otra parte, una disfunción hormonal hizo que sus pechos crecieran (lo que técnicamente se conoce como ginecomastia). Quitárselos fue su primera cirugía: tenía solo 17 años.

Jessica, entonces Roddy, era muy tímido de niño, lo que, unido a un cuerpo no normativo de adolescente (la ginecomastia de la que te hablábamos), lo convirtió en una víctima de bullying. Tenía algunos kilos de más y una nariz algo ancha, lo que le hizo ganarse los apodos de «potato nose» y «jelly belly» (nariz de patata y barriga de gelatina).
… y un trastorno dismórfico corporal
Pero no fue solo eso. Sus compañeros, además de reírse de él, lo agredían continuamente y llegaron a meterle la cara en el retrete. «No me gusta centrarme en el pasado porque me hace daño», aseguraba este año en una entrevista. Fuera como fuese, el caso es que Roddy creció solo. Nadie quería ser su amigo.
Imaginamos que esta infancia y adolescencia tan traumáticas le dejaron poso en el trastorno dismórfico corporal que sufrió. Se trata de un problema de orden psíquico que consiste en la preocupación excesiva por un defecto físico, real o imaginario. Se lo diagnosticaron en 2013, justo cuando comenzó a salir en los medios por su abrumadora cantidad de operaciones.

Cifras que marean
A pesar de que la familia de Alves es millonaria, el dinero que tiene (y que gasta en fiestas de lujo en Puerto Banús casi tan a menudo como en cirugías) proviene de una herencia que le dejó su abuela materna. Después de casi 20 años de operaciones, si en 2014 llevaba gastados 140.000 euros y más de 20 intervenciones plásticas, la cifra había aumentado a más de 300.000 euros y 42 intervenciones en 2016, y a alrededor de 728.000 euros y 57 pasos por quirófano en 2018.

Eso, sin contar con su transición a Jessica. Ahora, la cifra alcanza, ya en 2020, la pavorosa cantidad de 150 retoques (entre operaciones y pinchazos de bótox y similares). Los últimos incluyen, además de implantes de pechos, glúteos, muslos o reducción de cintura, retirar la falsa musculatura que se había puesto en su etapa Ken.

A punto de morir en quirófano
Es innumerable la cantidad de veces que hemos visto a Jessica (ya como Jessica o como Roddy) en el aeropuerto o en la calle con signos visibles de haberse operado. Es más: hay infinidad de reportajes de ella sometiéndose a un nuevo implante, operación, retoque, etcétera. No tiene el menor empalago en dejarse fotografiar así. Durante su etapa Ken, estuvo a punto de morir en quirófano: en Brasil, un médico le inyectó un gel en los brazos para que parecieran más musculosos, y esto casi le cuesta la vida. Su padre, que falleció este verano, estaba aterrorizado con la idea de que su hijo pudiera morir en una sala de operaciones.

En la sexta de sus diez rinoplastias, una infección también estuvo a punto de llevársela para el otro barrio. De aquella, perdió parte del sentido del olfato. Esto lo comentó con sus compañeros en Big Brother Celebrity, el reality del que terminaron expulsándolo a los pocos días de entrar debido a su comportamiento.
El difícil pasado de Jessica Alves quedó atrás hace poco más de un año
Aunque lo habíamos visto decenas de veces posando con sus nuevos retoques (como aquella vez en que se quitó varias costillas para marcar cintura), no fue hasta 2019 que decidió dar el paso que siempre había soñado: hacer la transición a mujer. A finales de año dejó para siempre de ser Roddy para convertirse en Jessica, un cambio que había ido dejando debido a las preocupaciones de su padre.

Hoy dice haber dejado atrás sus problemas de dismorfia y, convertida más bien en una Barbie, sigue disfrutando del lujo, las fiestas y el clima de Marbella, donde vive desde hace unos años y alquila algunas de sus mansiones. Su patrimonio neto estaba valorado en 33 millones de dólares hace un par de años: eso da para muchas operaciones. Esperamos que ya haya decidido parar. Por su salud.
