Pues chicos, yo creo que esto está hecho. Si Gandalf se vacuna contra el covid, tenemos al virus asustado en poquísimo tiempo. Así me he imaginado yo el momentazo.
—Toc, toc.
—Sí, dígame.
—¿Es usted Gandalf el Blanco, antes conocido como Gandalf el Gris?
—Bueno, sí… A ver, eso fue antes de conocer el poder de la lejía.
—¡Uy, no me la nombre, no me la nombre!
—¿El qué? ¿La lejía?
—Le tengo una ojeriza que… madre mía. Es mi kriptonita, ¿sabe?
—Pero ¿usted quién es?
—Si me abre, podré presentarme, caballero.
—Espere. Voy por el bastón, que nunca se sabe.
¡No puedes pasar!
—Pues aquí me tiene.
—Uy, ojo de Sauron, sí que te has puesto feorro desde que no nos vemos.
—Ja, ja, ja. Qué salao. No soy el ojo de Sauron, soy el coronavirus.
—¡No puedes pasar! Espera, voy por gel hidroalcohólico.
—Oye, si me da igual, si he venido a contagiarte, entraré hasta donde me dé la… Espera, ¿qué me pasa? ¿Por qué no puedo entrar en ti?
—Amigo, tengo el poder de la mente y la capacidad de influir en tus decisiones.
—O sea, que para contagiarte necesito ganarte en un duelo intelectual.
—Podríamos decir que sí.
—Pues nada, habrá que intentarlo.
Pues déjame contagiar a tus amigos
—Lo tienes crudo, corona… ¿cómo me has dicho que te llamas?
—Joé, tío. Coronavirus. ¿No pones el telediario o qué?
—¿Telequé?
—Déjalo, porque menuda turra. Oye, no sé… preséntame a tus amigos, ¿no? A lo mejor por ahí consigo reproducirme. Es que se está fatal aquí al relente y yo si no me replico pues desaparezco, ¿sabes?
—¡No he vencido al fuego y a la muerte para intercambiar falacias con un gusano sarnoso!
—¿Qué?
—Nada, frases impactantes que tengo, que necesito soltar alguna de vez en cuando porque si no me agosto. Me apoco, vaya. ¿A quién quieres que te presente?
—A ese del óleo del fondo. Parece sanote.
—¿Quién, este? ¿Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado?
—¿Pero por qué hablas como si fueras la voz del de Saber y ganar?
—Es costumbre ya. Yo es que habito la Tierra Media y aquí somos todos muy redichos. Pero volviendo al asunto, no. No te voy a llevar hasta Bilbo.
—¿Por?
—Primero, porque te tengo controlado con la mente. Segundo, porque si me contagias al personaje con el que arranca toda la historia me retrasas el rodaje de un montón de películas y la tenemos liada.
—No me dejas muchas opciones, tendré que contagiarte a ti entonces.
—¡Tu fuego oscuro es en vano, regresa a la sombra!
—¿Qué?
—Que no te muevas del felpudo, pero en intensito.
Necesito a la chica de la corona rara
—Pues entonces, ¿qué tal la chica esa de la corona rara?
—¿Galadriel, la elfa?
—Esa, sí. Como soy coronavirus, lo de la corona… no sé, me ha emocionado. La veo luminosa, para entrar a vivir.
—Mira, hagamos una cosa. Espera mi llegada con la primera luz del quinto día, al alba, mira al este.
—Jobar, Gandalf, no te entiendo, de verdad.
—Así es como controlo tu mente: diciendo chorradas sin sentido. Que no, que a Galadriel no me la tocas, que nanay, que te pires, que aquí no hay nada que rascar.
—¿Pero no te doy pena? ¡Solo soy un pobre virus mortífero buscando víctimas en las que instalarse!
—El valor no es saber cuándo quitar una vida, sino cuándo perdonarla.
—Ostras, esta frase sí te ha quedado bien colocada en el contexto.
—¿A que sí? Si es que cuando me pongo…
Gandalf se vacuna porque lo digo yo
—Disculpen, ¿vive aquí Gandalf el Blanco, también conocido como Gandalf el Gris, Olórin en Valinor, Mithrandir en sindarin, Incánus entre los haradrim y Tharkûn para el pueblo enano?
—El mismo. Qué memoria, señorita.
—Me ha temblado hasta la membrana lipídica.
—Y más que te va a temblar. Soy enfermera y vengo a matarte blandiendo esta jeringuilla.
—¿Cómo? ¿Qué? Pero si estoy aquí aguantándole la turra a este señor sin mover un solo palito de mi estructura proteica.
—Pues vete despidiendo, porque aquí comienza el principio de tu fin.
—¿Y cómo lo vas a conseguir, listilla?
—Con esta jeringuilla, te lo he dicho. Bueno, y con la vacuna, claro.
—No te lo permitiré.
—¡Ja, ja, ja! He dicho que Gandalf se vacuna y Gandalf se vacuna. ¡Muere, cobarde, pecador de la pradera! —hunde la jeringuilla en el brazo de Gandalf.
—¡Nooooooooo! ¡Me quedaré sin ver el final de 30 Monedaaaaaaaas!
—Te fastidias.
—Muchas gracias, querida. Menos mal que el poder de avisarte con la mente todavía me funciona.
—No te flipes, Gandalf. Tu vecina me ha llamado por teléfono. Aquí la magia no funciona: funciona la ciencia.
—Uy, dónde va a parar. En fin, lo dicho, gracias.
—A mandar. Y póngase la mascarilla, que tiene ya una edad. O dos.
