La veo salir del gimnasio y soporto con estoicismo lo de los chanclotes con calcetines porque una es muy dada a la comodidad, pero lo otro lo llevo peor. El camel toe de Kendall Jenner va más allá de la estética: duele. Y no solo le duele a ella: nos duele a todas. Kendall, un poquito de por favor.
Sabía, porque con ella inauguré esta sección de Desver, que Kim Kardashian es de la Liga Pistacho. Sé también, porque las redes no paran de recordármelo, que Kylie lo es desde hace tiempo. Es más: Kylie es de la Liga Pistacho y de la Liga Asfixia a partes iguales (o se aprieta como un morcón de Huelva o pone el tesoro a resudar en pleno verano, como también comenté en esta sección). Lo que me ha dejado de pasta de boniato es el camel toe de Kendall Jenner, la verdad.
El clan Kardashian-Jenner, abonado a la Liga Pistacho
Hay algo en esta familia que sería digno de estudio psicológico, y es esa necesidad de hacerse daño en el botoncito del amor. ¿Por qué machacáis a ese par de milímetros cuadrados que tanta felicidad nos proporciona, qué os ha hecho el vuestro para que lo maltratéis?
Sé que si digo «el camel toe de Kendall Jenner» (camel toe es una manera fina y anglosajona de decir «pezuña de camello», ya que nos ponemos) es una convención asumida para que me entendáis, pero yo prefiero llamarlo «efecto pistacho»: yo veo ahí esa ranura y siento como si en cualquier momento pudiera aparecer un ser de otra galaxia de 5 metros de estatura, meter una palanqueta y abrirte la cáscara en dos, como al famoso y carísimo fruto seco.
Y ojo, que el camel toe de Kendall Jenner no es lo único tremendo en su look
Qué va, qué va. Hemos descubierto que, en pleno movidote de divorcio entre su hermana y Kanye West, nuestra querida Kendall sigue usando las Yeezy que el rapero diseñó para Adidas. Algo que no sé vosotros, pero a mí me sentaría regulín tirando para «mira, no me toques las narices, tía». Sin contar con que la muchacha se planta ahí tremendo calcetín gordo debajo, a lo turista de Fráncfort del Meno visitando el casco histórico de Toledo. En fin, Kendall, querida. Lo único que espero es que al volver a casa te dieras una buena ducha y te pusieras, qué te digo, una tirita o algo. Que me está doliendo a mí, te lo juro.