Cerrar la cuenta de Marina Yers, después de la enésima polémica que ha protagonizado, se convierte ya en algo imprescindible. Esta chica no para de llamar la atención con sus continuas barrabasadas. Supongo que tiene una necesidad infinita de llamar la atención, pero está poniendo vidas en peligro. Y esa es una línea roja que no debería cruzarse jamás.

Alguien debería intervenir para cerrar la cuenta de Marina Yers en Instagram. No tiene ninguna gracia lo de esta chica. Ninguna. No es divertida y, lejos de usar el poder de su influencia para el bien, la lía constantemente. La última burrada, como ya habréis sabido, es la de animar a sus seguidores a vomitar. Pero no es la única y, si alguien no hace algo, no será la última. Estos son los cinco motivos para hacerlo.

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Hay que cerrar la cuenta de Marina Yers por incitar a sufrir trastornos de conducta alimentaria

Empecemos diciendo lo que muchos sabéis: Marina Yers tiene un millón y medio de seguidores, lo que la convierte en una influencer. La inmensa mayoría son adolescentes. Y muchos pueden ser vulnerables y dejarse convencer por sus palabras. En sus stories, cada dos por tres, hace comentarios gravísimos. El último, este que recoge Enfermera Saturada:

¿Se puede ser más irresponsable? Que sí, que ha pedido disculpas, pero que el daño ya está hecho: ha explicado que vomitar está bien. Ha dado carta blanca a un trastorno que puede llevar a quien lo padece a la muerte. Sin medias tintas. Esto no es una broma. ¡Hay que cerrar la cuenta de Marina Yers antes de que continúe poniendo en peligro las vidas de muchos jóvenes!

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Cuando animó a no llevar mascarillas

Bueno, hay que cerrar la cuenta de Marina Yers en Instagram… y en TikTok. Allí comentó, allá por enero de este año, que no llevaba mascarilla porque no le salía del chichinabo (sic). Empezó diciendo que sí, que había una pandemia mundial, pero que no se ponía la mascarilla, y terminó diciendo que su madre no creía en nada de lo que dice este gobierno. Un manojo de frases sin sentido que muestran una personalidad necesitada de atención y falta de criterio, pero con un montón de seguidores pendientes de lo que dice.

Tercera polémica: las mascarillas tienen larvas

De la constante ristra de tonterías que esta chica suelta en sus redes también llamó la atención esta otra estupidez: las mascarillas quirúrgicas tienen larvas. Ya os hablamos del tema en Crush.News, y de nuevo montones de seguidores se angustiaron pensando que en efecto esto ocurría.

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Story de IG de flowzeta
Marina Yers tuvo a bien hacerse eco de una de las infinitas teorías conspirativas de las que se hace eco. (Foto: Redes)

Cuarta liada: quiso estafar a sus seguidores

Si aún no habíais encontrado suficientes motivos para cerrar la cuenta de Marina Yers, esta fue otra polémica de las más sonadas. Empezó a contar a sus seguidores, al igual que otros influencers, que había apostado 30 euros al fútbol y había ganado más de 1.000 en una tarde. Mentira, claro: formaba parte de una indigna estrategia de marketing que no tiene ni un gramo de ética. Una estafa, vamos. Con lo gravísimo que es el asunto de la ludopatía en la gente joven, ¿cómo se atreve?

Captura del stories de Marina Yers
Marina acumula un gran número de meteduras de pata, por decirlo suavemente. Si las autoridades no detienen la actividad de este tipo de instagrammers, el número de seguidores estafados va a incrementarse. (Foto: @soyuncharizard)

Marina Yers habla de poderes que residen en nuestra glándula pineal

Ay, mira, es que me desespero: esta chica es un manojo de teorías conspirativas. Una que salió a la luz allá por abril hablaba de que echan flúor en el agua y en la pasta de dientes, además de no sé qué otras cosas en la comida basura, y que dañan nuestra glándula pineal que, aseguró, es como un tercer ojo.

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Como veréis, los vídeos que he enlazado de ella en ningún caso vienen de sus cuentas. Porque creo sinceramente que hay que cerrar la cuenta de Marina Yers. Esta chica debería estar fuera de Internet. En su última disculpa dice que no será la última vez que meta la pata. Bueno, pues ya está, no queda otra. No se trata de censura: se trata de que alguien sin ningún tipo de conocimiento científico (más bien al contrario: parece negada para ello) está jugando con la salud de miles de personas. A menudo, menores de edad.